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Thomas Huber: el Cerro Torre, un sueño inaccesible que me empuja a ir más lejos

Thomas Huber tiene una relación particular con el Cerro Torre... Desde hace diez años, ha intentado varias veces realizar su sueño: la travesía del Cerro Standhardt al Cerro Torre. A principios del 2015, Thomas volvió a Patagonia. Esta vez, él y su equipo han ido más lejos, pero una vez más, las condiciones meteorológicas han sido la razón para no poder alcanzar su sueño. Thomas Hubert nos explica este nuevo intento…

10 Junio 2015

Alpinismo

Hay montañas que uno tiene ganas de escalar y que nos enriquecen la vida, pero también existen las que uno tiene ganas de escalar y te transforman la vida. Una de estas montañas ha despertado en mí ¡pasión y deseo! Una montaña que se encuentra en la otra punta del mundo. Ardiente y llena de temperamento, una montaña argentina o más exactamente una aguja rocosa que se eleva a 1.500 metros, ferviente, exigente, rodeada de tormentas. Se llama Cerro Torre. Este nombre podría sonar como una declaración de amor eterno en el corazón del alpinista. Éste es mi caso y mantengo una relación profunda con esta montaña desde hace diez años. Me guía, me hace soñar, me muestra mis límites, hace que fracase y me motiva hacer el próximo paso.
 

Un sueño: escalar la vía más bella...

Hace diez años, se me ocurrió la idea de ir a escalar el Cerro Torre por una línea demencial. No me fijé en la vía directa hasta la cima, mi objetivo era la vía más bella: y también la más larga; quería escalar por el filo de las aristas, o mejor por la línea del horizonte del Cerro Torre, pasando por el Cerro Standhardt, la Punta Heron y, finalmente, la Torre Egger.

 

 

 

2005: mi primera temporada en Patagonia

Al principio, éramos los únicos que queríamos seguir esta idea. Con Andi Schnarf, un joven suizo, fuimos hasta la Torre Egger donde una de estas tormentas típicas nos obligó a finalizar nuestra expedición. Tenía muchas ganas de ir más lejos, deseaba realizar esta travesía, pero también disfrutar de la vida en Patagonia. 

Fue un momento doloroso cuando un equipo americano y argentino realizó la travesía del Cerro Torre antes. Pero esta idea se ancló en mi corazón y el hecho de ser el primero, el segundo, el más rápido, etc. no tiene ninguna importancia. Quiero vivir este momento, ¡quiero llegar allí! Viajo a Patagonia desde hace diez años, ¡pero todavía no he conseguido la travesía! En cambio, con todos estos intentos, he ascendido tres veces al Cerro Standhardt, una vez a la Torre Egger, dos veces a la Punta Heron, una vez al Cerro Torre (¡en invierno!), una vez al Fitz Roy, La Silla, el Saint Exupéry, he comido varios asados en Don Gerra, he hecho nuevos amigos, he conocido y vivido Patagonia.
 

Una meteorología caprichosa...

Estamos en el 2015 y como hace diez años, me puse en ruta con Andi Schnarf y el argentino Tommy Aguiló, que vino a reforzar a nuestro equipo. Las previsiones meteorológicas nos daban esperanzas de poder realizar la travesía que desde hacía tanto tiempo había estado soñando. Aprovechamos esta motivación y ascendimos, durante la noche, al collado Standhardt en el Klemmblock, el inicio de nuestra primera vía. Siete horas después alcanzamos la cima del Standhardt. Durante el rápel al Collado Col Sueno, un viento muy fuerte nos azotaba el rostro. Descendimos por la cara este, que nos protegía del viento, y encontramos una pequeña repisa de hielo para instalar un vivac estrecho e incómodo. Un huracán estaba soplando por encima de nosotros y sobre las cimas de las Torres, que hacía caer trozos de hielo grandes como puños sobre nuestro vivac. Más tarde, empezó a llover, sólo nos faltaba esto, ¡vaya noche!

 

 

 

Por la mañana, el viento finalmente se detuvo después de esa noche de tormenta y el alba hizo desaparecer el cielo estrellado. Por fin, la calma regresaba. Dormimos una hora hasta que los primeros rayos de sol nos motivaron a seguir. ¡Salimos y escalamos tan rápido como pudimos! Tres horas más tarde llegamos a la cima del Punta Heron y en tres horas llegamos al Torre Egger. Como la víspera, el viento empezaba a tomar fuerza. El descenso del rápel en el Collado Conquista se convirtió en una aventura peligrosa. Tuvimos dificultad  para manejar las cuerdas y alcanzamos el collado dos horas más tarde. La tormenta rugía con rabia, era imposible vivaquear allí con ese viento y aún menos atacar la cara norte. Descendimos de nuevo a la cara este para protegernos del viento y nos pusimos rápidamente de acuerdo: nuestra aventura debía terminarse allí.

A las seis de la mañana, volvimos al campo base. El Cerro Torre se nos mostraba con su más bella luz matinal. Más arriba en la montaña todo parecía tranquilo, aun así nadie dudó de la decisión tomada… ¿hubiésemos podido continuar? Nos metimos en nuestros sacos para dormir. Nos despertamos por el mediodía, y ¡las primeras nubes empezaban a aparecer alrededor del Cerro Torre! Algunas horas más tarde, la montaña ya no se veía. Entonces supimos que la decisión que habíamos tomado por la noche era la correcta, ¡Gracias a Dios! Nos miramos con Andy y explicamos a Tommy que habíamos vivido una experiencia similar hacía diez años día por día.

 

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