«Se ve a un hombre tender los brazos hacia una mariposa inmensa. Para realizar un dibujo de este tamaño con las proporciones perfectas, Mahn emplea una técnica de aumento que permite, gracias a una cuadrícula, reproducir fácilmente una imagen a la escala deseada. «No es algo nuevo, en el Renacimiento ya se pintaban frescos en las capillas con esta técnica» precisa el artista. Para componer su obra, Mahn necesita las dimensiones del muro que servirá de lienzo para trasladarlo desde la hoja de papel con las proporciones adaptadas. Después, realiza una cuadrícula por encima. Una vez en el edificio, «solo» tiene que trasladar la cuadrícula a la fachada trazando los puntos de referencia de los cuatro ángulos que corresponden a los mismos cuadros, pero en un tamaño cien veces más grande. Una obra inicial que condiciona el resultado...

«Siempre estoy contento de que me ayude un cordista, porque situar todos esos puntos de referencia lleva un buen rato...» En Rillieux, el cordista que se ocupa de ello es Ivan Muscat. Pasa todo el día trazando más de 300 crucecitas en una pared de 30 metros de alto por 10 metros de ancho... En cuanto se empiezan a ver los primeros puntos, Mahn se concentra en dibujar. Cuentan con poco tiempo: tan solo cinco días... Sirviéndose de su dibujo de referencia de tamaño A4 en el cubo de albañil que va enganchado al asiento, Mahn dibuja con espray directamente en el muro tras realizar un ligero trazo con tiza. En esta pintura, el fondo es simplemente el enlucido beige del edificio. No se pueden borrar ni ocultar las imperfecciones, pero este desafío «tiene un aspecto “live” que me encanta», precisa el artista.

Pintar « en directo» 

Para que pueda desplazarse por la pared de Rillieux, Ivan «dirige» a Mahn a distancia gracias a los anclajes, poleas, polipastos y protectores para cuerda que ha instalado en el tejado del edificio. «Ha inventado su sistema de triangulación ahí arriba, me hacía subir, bajar, desplazarme lateralmente, según lo que le pidiera a través de la radio y todo con la fuerza de sus brazos. Para mí, era un enorme ahorro de tiempo y energía.» En un lienzo de 300 metros cuadrados, los desplazamientos son complejos, la realización de la obra es larga y supone un gran esfuerzo físico... Instalado en su asiento, aunque el arnés sea confortable, a Mahn le cuesta trabajar más de 6 horas, incluso haciendo pausas. «¡No soy cordista todos los días!» destaca entre risas, «tengo que adaptarme a mis capacidades físicas si quiero durar más tiempo. La principal dificultad es la gestión del esfuerzo... Pero ya empiezo a controlar el tema.» Más que nada porque el ascensor no siempre funciona. En esos casos, se empieza por abajo y se asciende con cuerda, que es bastante más cansado.

La paleta de pintor se lleva en el cubo enganchado al arnés. Esprays, brochas, modelo original en tamaño reducido... «Es una aventura... Como en la escalada de varios largos en pared, olvidar o que se te caiga algo no es una opción.» Para realizar sus murales, Mahn utiliza a veces una cesta elevadora, mucho más práctica para desplazarse y transportar el material. Y eso que no le gustan. «Con la cuerda, el reto es hacerlo todo sin ayudarme de máquinas, y esa parte me encanta.»

Artista cordista… y viceversa

Y en plena noche el reto es aún más delirante. El videasta Hugo Pedel tuvo la idea de prolongar la aventura en la oscuridad con el «light painting». Hugo se queda abajo, detrás de la cámara, Ivan en el tejado del edificio para manipular las cuerdas y Mahn redibuja los contornos del mural con una frontal enganchada a una pértiga. Gracias a la confianza creada entre ellos, Hugo, el único que tiene una visión de conjunto, dirige la operación de dos horas por teléfono. «Físicamente, era agotador —cuenta Mahn— Ivan me hacía desplazarme mucho y yo trabajaba a ciegas. Pero visto el resultado demencial, la idea no era tan descabellada.»

Crear un mural gigante en una fachada sirviéndose de cuerdas no es ni más ni menos que una obra de trabajo en altura sometida a la misma reglamentación. Por eso es obligatorio que haya dos personas. Además de instalar el material y las cuerdas y ayudar Mahn en la tarea de pintar verticalmente, Ivan, como buen cordista, vigila las operaciones: baliza la obra en el suelo y asegura la zona, se ocupa de la seguridad de Mahn, le hace llegar lo que haya podido olvidar arriba y... «animarme en los momentos difíciles, como en Rillieux, que hacía frío y llovía.»

A veces, el cordista también se convierte en artista. «Cuando se trata de pintar con espray fondos de gran superficie, les enseño cómo hacerlo y se encargan de ello. Así hacen cosas que nunca antes habían hecho». Una mezcla de géneros que funciona en ambos sentidos, ya que Mahn se ha formado en el trabajo con cuerda y dentro de poco va a obtener el CQP (Certificado de capacitación profesional).

Mensajes callejeros

Las obras de Mahn son mensajes. Palabras de homenaje, de apoyo, para denunciantes, activistas, personas que luchan para que el mundo avance, víctimas de opresión, refugiados, sobre medio ambiente... Mensajes destinados a estar en la calle, donde puedan ser vistos. «He trabajado con Amnistía Internacional, voy a trabajar con SOS Méditerranée, porque mi trabajo tiene mucho de compromiso social y medioambiental. Por eso su lugar está en el espacio público», explica el autor.

Aunque hoy en día algunas obras se preservan como parte del patrimonio cultural de las ciudades, el arte urbano no deja de ser efímero. Una vez entregado al mundo, su destino es que lo recubran... O lo borren. Es lo que le espera al hombre de la mariposa, surgido en cinco días en un edificio condenado a la demolición. «Van a hacer un vídeo en timelapse de la destrucción del edificio y el mural desapareciendo poco a poco. Por eso elegí ese dibujo, que habla de la fragilidad del medio ambiente. Todo el mundo va a ver como lo destruyen a base de excavadora... Le da más profundidad al mensaje que quería transmitir.»

El arte urbano llegó a su vida hace una década. Pero el artista de cuadros XXL no empezó pintando desde las alturas. Primero fue el papel, con carteles en zonas públicas. Después, comenzó a pintar directamente en el muro. El muro se convirtió en fachada, cada vez más grande. En cada etapa de su recorrido como artista, Mahn emprendió un nuevo desafío. «Me gusta improvisar y experimentar, me encanta conocer gente nueva y hacer cosas nuevas...»

Y no son las nuevas ideas lo que le faltan. El trío, que, desde que se conoció en Rillieux-la-Pape se ha convertido en un grupo de amigos, se volverá a reunir dentro de poco para afrontar nuevos retos creativos: «me encanta ese aspecto del directo, el desafío de no estar seguro de lograrlo...».

Puedes ver el episodio de «La altura: su día a día» que habla de este mural gigante: lien en attente. : https://youtu.be/CLR5fQ7tFnE 

Artículo redactado por Anne Jankeliowitch